Español - Villavicencio, capital del Departamento del Meta, se extiende sobre la falda de la Cordillera Orientala pocas cuadras del caudaloso río Guatiquía, encerrado por caños y riachuelos como el Parrado y el Gramalote, el Ocoa al Oriente y el río Negro y el Guayuriba al sur.
Una de esas historias legendarias, descrita por el cronista Fernández de Oviedo, aludía a un cacique que para rendir tributo a sus dioses ungía con resina su cuerpo desnudo y, sobre él, sus súbditos adherían polvo de oro desde la planta de los pies hasta la frente, dejándolo brillante como el sol en la tierra.
Este rey se acompañaba de multitudes que llegaban a él para hacerle ofrendas de oro. Vivía en una ciudad muy grande, cercana a un lago salino, con muchas casas y estatuas de oro y periódicamente iba al lago para arrojar allí el oro, retornándolo a las deidades.
Sin embargo, las tierras de los Llanos y la Orinoquiaya habían sido parcialmente descritas por los expedicionarios del conquistador Diego de Ordaz quien, por primera vez, llega a la confluencia del río Meta con el Orinoco, salvando increíbles obstáculos, antes de la fiebre de El Dorado. Ordaz llamó Meta al afluente, al escuchar de un grupo de nativos la historia sobre el rey Meta que habitaba aguas arriba y quien poseía mucho oro.
Los indígenas de los Llanos Orientales fueron sometidos y ampliamente exterminados o desalojados por las huestes conquistadoras de Diego de Ordaz, Alonso de Herrera, Jorge Spira, Nicolás de Federman, Hernán Pérez de Quesada, Juan de Avellaneda, Gonzalo Jiménez de Quesada, Felipe de Utre y Antonio Berrío.
Además de las misiones, ya para 1544 se había consolidado un sistema de encomiendas siendo la primera la de Pedro Rodríguez de Salamanca heredada a raíz de su muerte a manos del Adelantado Don Gonzalo Jiménez de Quesada, fundador de Bogotá.
Algunas tribus como los Guahibos y Sálivas han logrado subsistir hasta nuestros días y se localizan principalmente en el extremo oriental y en algunos sectores sobre las márgenes del río Meta, donde tienen hoy su propia jurisdicción.
El territorio del Meta hizo parte del estado de Cundinamarca hasta 1867, año en que fue cedido para su administración al Gobierno central, el cual aceptó la cesión por Ley del 4 de julio de 1868, denominándolo Territorio Nacional de San Martín de los Llanos. El decreto 290 de 8 de marzo de 1906 cambió su nombre por el de Territorio Nacional del Meta y el decreto 94 de 28 de agosto de 1909 lo convirtió en Intendencia. Por último, la Ley 118 del 16 de diciembre de 1959 creó el Departamento del Meta que comenzó a funcionar como tal el 1º de julio de 1960
En período sin determinar, surge de forma lenta y espontánea un asentamiento humano a partir de una posada de paso, en la que convergían los caminos ganaderos provenientes de San Martín y de Casanare, donde a su vez desembocada una vía que en 1760 comunicaba con Bogotá. Dicho lugar se encontraba en cercanías del caño Gramalote afluente que le originó su primer nombre- y en las estribaciones de la Cordillera Oriental.
Ésta es la conclusión investigativa más reciente en torno a la manera como inició su vida hoy capital del Meta.
Los registros históricos recuerdan a los siguientes ciudadanos entre los primeros habitantes del naciente caserío: Esteban Aguirre, Francisco Ruíz, Matea Fernández de Ruíz, Librado Hernández, Silvestre Velásquez y Francisco Ardila.
En lo referente a datos poblacionales para aquellos tiempos se tienen los siguientes: 30 familias en 1846, 349 habitantes en 1850 y 341 en 1851. No obstante lo anterior, los asientos parroquiales de la localidad sólo comienzan el 29 de enero de 1852 con el registro de la primera fe de bautismo a nombre de la niña Andrea Romero Rey, quien recibió este sacramento del sacerdote Manuel Antonio Martínez.
Diez años luego, mediante ley expedida el 7 de septiembre el gobierno crea el Distrito Notarial de Villavicencio cuya jurisdicción abarcaba las poblaciones de San Martín, Concepción de Arama, Cumaral y Nuestra Señora de la Concepción de Giramena.
Hacia el año 1864 don Sergio Convers funda la Hacienda El Buque, ubicada en las cercanías de la localidad. Allí plantó unas setenta mil matas de cafeto, cuyas cosechas exportó tanto para el interior del país, por el camino de herradura, como para el extranjero a través del río Meta. Por este mismo tiempo surgen también a su alrededor y con fines agropecuarios las propiedades La Esperanza, El Triunfo, La Vanguardia y El Cairo.
Transcurría el mes de enero del año 1890 cuando un incendio arrasó con el caserío cuyas viviendas, en cantidad aproximada a doscientas, habían sido construidas en su gran mayoría con madera y techadas con palmas. Esta contingencia obligó la reconstrucción del poblado durante la última década de dicha centuria. Prueba única de estos acontecimientos es la placa de piedra labrada que se encuentra en el costado izquierdo exterior de la puerta central de la iglesia catedral. Durante la guerra de los Mil Días, confrontación que se inició a finales de 1899, Villavicencio fue sede de algunos de estos sucesos violentos que frenaron el apogeo de la hacienda El Buque, quizá la más tecnificada de la región.
Con la llegada del nuevo siglo se establecen en el lugar las comunidades religiosas de los sacerdotes Montfortianos, las hermanas de La Sabiduría y los hermanos de La Salle, que vienen a darle desarrollo espiritual, educativo y cultural a los moradores. Cuando en 1906 se crea el Territorio Nacional del Meta, se declara a Villavicencio como su capital; tres años después se restablace la Intendencia Nacional del Meta dándole a Villavicencio la misma categoría. Corrieron los años y el pueblo se consolida en sus aspectos sociales, económicos y urbanísticos, alcanzando un perímetro urbano que tenía como límites naturales el cerro de Cristo Rey y a los caños Gramalote y Parrado, los que conservó hasta finales de los 50 cuando comienza la transición de pueblo a ciudad que hoy continúa desarrollando.